La bicicleta celebra su día mundial: su influencia no pierde vigencia
En los albores del siglo XIX, cuando Europa comenzaba a vibrar con los avances de la Revolución Industrial, un ingenioso barón alemán llamado Karl Drais presentó en 1817 un artilugio de dos ruedas al que llamó 'máquina andante'. Sin pedales ni cadena, aquella rudimentaria draisiana fue el punto de partida de una revolución silenciosa sobre dos ruedas. Décadas después, la bicicleta como la conocemos tomó forma en medio del asfalto naciente y los sueños de movilidad del ciudadano común. Era barata, accesible y ofrecía una autonomía desconocida hasta entonces, sobre todo para las mujeres y los trabajadores.
A lo largo del siglo XX, la bicicleta fue testigo y protagonista de transformaciones sociales y culturales. Desde los carteros que pedaleaban entre pueblos en Europa, hasta los obreros latinoamericanos que la convirtieron en compañera inseparable de jornadas extenuantes. En países como Colombia o México, la bicicleta no fue solo transporte: fue resistencia, herramienta de trabajo, símbolo de humildad y tesón. En las ciudades europeas, por su parte, se convirtió en ícono de sostenibilidad mucho antes de que se hablara de cambio climático.
Hoy, en pleno 2025, el Día Mundial de la Bicicleta nos invita no solo a celebrar un objeto, sino a reflexionar sobre la relación que hemos tejido con él. En medio del caos del tráfico, la bicicleta representa la pausa; en tiempos de algoritmos y pantallas, ofrece contacto con el viento, la calle y el cuerpo. Para muchos es una vía hacia la salud física y mental, un medio de protesta ecológica, o simplemente un regreso al juego de la infancia. Es también una declaración política: elegirla es oponerse al exceso, al ruido, a la contaminación.
Desde las avenidas de Copenhague hasta las trochas de La Guajira, montar en bici hoy es un acto que mezcla memoria, identidad y futuro. Quizá por eso, quienes pedalean no solo avanzan, también resisten. En cada giro del pedal hay una historia que evoca los caminos de antaño, pero también una mirada hacia lo que podemos construir: ciudades más humanas, cuerpos más conscientes, más sanos y un planeta un poco más habitable. Y eso, en tiempos de urgencia global, es mucho más que transporte.
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